Columna del director.
Es cierto que la ilusión es lo último que se pierde, pero la selección parece haber perdido todo lo demás que había ganado en los últimos años.
La llegada de Juan Reynoso a la bicolor ilusionó a varios y molestó a muchos. Estaba en él darle la razón a los primeros o a los otros. Después de cinco partidos de las Eliminatorias, está claro que el técnico de Perú no ata ni desata con su equipo. Ojo, no estamos diciendo que no trabaja, ni cuestionamos su falta de profesionalismo.
Lo que sí está claro es que juega a nada. Su rendimiento ha destruido todo lo que se ganó en los dos últimos procesos clasificatorios. No podemós dar más de dos pases seguidos y su equipo se demoró más de cuatro partidos en rematar al arco. Por si falta algo, somos la única selección que no ha ganado ni ha hecho goles.
Esas son solo estadísticas que apoyan el desastre en el que se ha convertido la selección en estas Elimninatorias. Reynoso no encuentra el equipo base, sorprende fecha a fecha con jugadores que ni en sus clubes destacan o que, incluso, han calentado banca casi toda la temporada.
El proceso va rumbo al fracaso. No hay indicios de que estos pueda cambiar, más si tenemos un entrenador que en lugar de reconocer sus errores y tratar de corregirlos, se miente a sí mismo y cree que merecimos más en cada partido.
No dudamos de sus intenciones, pero su mensaje no llega a plasmarse en lo que muestra el equipo en la cancha. Los jugadores pueden decir que están a muerte con Reynoso, pero con sus rendimientos solo están matando la ilusión de llegar de nuevo a otro Mundial.
Las actuaciones individuales, más allá de lo que haga Reynoso, están muy por debajo de lo que esperábamos. Si hay técnicos que potencian jugadores, con el ‘Cabezón’ parece que muchos han involucionado. ¿Qué queda ahora? Afrontar el partido del martes y tratar de iluminarnos para conseguir nuestra primera victoria rumbo a Norteamérica 2026.
Si eso pasa, tampoco debemos cegarnos. No creemos que el equipo cambie la cara en cinco días y se haga un borrón y cuenta nueva, como si nada hubiera pasado. La decisión en las oficinas de la Videna, donde no se destacan precisamente por ser coherentes, ya debe estar tomada. Es momento de enmendar el camino y, qué irónico con Reynoso, cambiar de cabeza. Hay tiempo para que la blanquirroja vuelva a tener color.
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